lunes, 5 de noviembre de 2012

Se Fue uno de los nuestros por Marcelo Marmat Padilla



Era una tarde como la de hoy. Tipo cuatro de un día de semana, en noviembre hace como dos años. Salí escupido del departamento por el calor y el estrés. No podía dormir la siesta y me fui en busca del primer micro que pasara por la puerta a vagar con la mirada por la ventanilla. Afuera estaba el infierno mendocino. El peor, ese que con 36 grados, seco, no te deja proyectar una idea a diez minutos. Ese que te mueve lento y con taquicardia. El desierto pleno. La vida en el desierto a pleno. 

Pasó un 30 camino a Las Heras y me subí en la calle Beltrán de Godoy Cruz. Viaje asegurado de una hora con el viento hirviendo en la cara. El pavimento emitía imágenes deliran-tes, se movía el horizonte a dos cuadras, como cuando se marea la tierra. Lo paro con la mano, con el dedo, como se paran todos los micros en el planeta. Subo. Un asiento nomás vacío. Comerciantes, vendedores, estudiantes y “el corte”. “El corte” no tenía compañía. “El corte” es mi amigo. Mejor, un compañero de tardes de domingo cuando íbamos a alentar al tomba en la liga mendocina en la década de los 80 y 90. Un compadre. Un aliado. Sabía por otros que había pasado un tiempo de vacaciones en cana, en la casa de piedra. No sé. Choreo o drogas, alguna de esas. Y estaba ahí, en el micro que iba a Las Heras, con la mirada extraviada. 

Me siento y me reconoce: “Qué hacés Marmat”, “ey corte, tanto tiempo loco, qué es de tu vida”, “todo bien chabón, vengo del guachero de visitar a mi hijo” , dijo con una mueca. “Eeee…la puta, qué le pasó”, “Es un moquero el guacho culiau, pero ahora está bien ahí, por lo menos no se puede mandar cualquiera”. Silencio. “¿Y vos?” , me preguntó. “yo…yo voy a laburar, a dar clases a la facu”, mentí. “Mirálo vos qué capo Marmat, ¿jamón ah?”, “si, todo bien” mentí nuevamente. 

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Hasta acá llego y paro. No puedo seguir escribiendo esta historia. Pasó que hoy 5 de noviembre de 2012 no pude dormir la siesta y le conté esta historia cortada a mi mujer y le decía que el guachero era el nombre que le da la gente del pueblo, de los barrios, a las instituciones de encierro como el ex COSE. Y me acordé de Leonardo Favio, del turco y charlamos sobre él tipo tres y media de la tarde. Sobre sus películas, Luján, Santa Rosa. Y me levanté a mirar la compu para hurguetear sobre Favio. Un flash. Me había mandado un mensaje sinfónico o un aullido de lobo de Nazareno. O habré escuchado el grito de Moreira y me levanté…qué se yo. Creer o reventar. Se murió el turco. Se nos fue el mejor del cine nacional.

Pero ojo. Hay que aclarar que se fue uno de los nuestros. No se fue uno más. Se fue un tipo que de niño solo y triste vagaba por reformatorios, robaba para comer. Era un delincuente señores y señoras. Y se les muere ahora justo que la gilada marchará el 8N. Justo que muchos que van y fogonean la marcha piden matar a los pendejos ladrones en lugar de pensar cómo incluirlos. “Los guachos moqueros” diría mi amigo “el corte”. Esos que no tienen más futuro que la noche en el encierro y solo piensan en fugarse. 

Fugarse es una condición de la libertar en toda institución de encierro. Deberían hoy intentar fugarse todos los pibes del COSE y de los guacheros del país en homenaje al gran escapista. Se fugó de la pobreza y la tristeza al canto, al teatro, al cine y a la política. Se fue uno de los nuestros. Un peronista sentimental como mi abuela. Un laburante del arte popular. El peronismo está de luto. La religión pagana lo beatificará como el santo de la justicia por los pobres y de los niños solos.

Ahora se fugó de este mundo a filmarnos desde otro planeta. Una sinfonía de ángeles ne-gros lo está esperando para cantarle la marcha peronista en todos los cielos del cielo

domingo, 4 de noviembre de 2012

El Espejo negro - Por Bel Santarossa


Cierto día un ebanista construyó un espejo.
Tenía el borde tallado con una exquisita perfección y delicadeza y dos doncellas parecían sostener el marco con impecable suntuosidad.
El vidrio estaba sujetado por mercurio y la
superficie era pulida hasta la traslucidez.
El hombre entusiasmado al término de su labor, que duró más de una semana, se sentó frente a él y por un sublime instante supo que había creado una gran obra de arte.
Los colores del atardecer se fundían en la superficie espejada y hacían brillar el ébano de su marco.
Era un trabajo digno de ser poseído por una bella dama, aunque el ebanista viejo y viudo no conocía ninguna.
Una lluviosa noche alguien llamó a su puerta, era una mujer cuyo rostro estaba surcado por el agua de la lluvia pero también por lágrimas de desconsuelo.
Enseguida el hombre le ofreció su hospitalidad, le alcanzó una manta y le dio de beber vino, mientras preparaba un delicioso guiso de vegetales.
Durante la cena ella sólo se limitó a pronunciar su nombre, Isabella, pero él no necesito más palabras para que aún cubierta de harapos, la considerara una dama en problemas.
En efecto así era, un vil estafador había engañado a su familia tras desposarla para quedarse con su dote, esa fue la explicación de la joven, y el viejo ebanista desde luego comprendió su pena.
A la mañana siguiente el hombre convencido de que la muchacha sería la única dueña de su espejo, la condujo frente a éste para que lo apreciara. Cuál no sería su sorpresa, que cuando ella apenas se asomó a su reflejo, éste se volvió negro como el ébano de su marco.
Ambos se miraron, y ella rompió en un amargo llanto que parecía no tener fin.
La noche anterior había matado al estafador, cuando se enteró por su cochero las intenciones que su esposo tenía.
Lo cierto es que tanto la prostitución como el crimen son dos aristas de un espejo negro junto con las otras que son la soberbia y la mediocridad, y el incurrir en alguna de éstas faltas hace que quien las cometa deje de ser digno.
Sin embargo el ebanista complacido no juzgó a la muchacha, sino que la llevó hasta su aldea con el espejo sobre su humilde carreta.
Al llegar y cerciorarse de que la joven estuviese a salvo con su familia, fue hasta el teatro principal y entró en él con el espejo que suponía mágico.
Entonces luego de comentarle sus fines al dueño de aquel lugar, puso un anuncio para que cada joven de la aldea probara su inocencia frente al espejo.
Un gran número de muchachas accedieron a ese pedido.
Al término de una jornada había sólo una mujer que pudo observar su extraordinaria belleza en el espejo, era a quien se consideraba la peor ramera de la aldea.
Desde luego aquel hombre no sólo le regaló el espejo, sino que fue destinado a la casa de quien se convirtió en su nuera.
Una dama es la que aguarda a aquel hombre con quien pueda hacer el amor y desplegar sus encantos, que provienen de mantenerse virgen en esencia…
Las aristas de un espejo negro son lapidarias más allá del cuidado de las apariencias, el alma es una gran ebanista y todos tenemos uno en ella, sólo que pocos se le acercan.
 

La Muñeca de Cristal y Sangre - Por Bel Santarossa


UN CUENTITO MUY SINIESTRO (I LOVE YOU BURTON)


Cierta vez un hombre acaudalado le regaló a Ámbar, su sobrina predilecta, una muñeca de cristal preciosa con un vestidito de satén rosa, en un caja de vidrio esme
rilado para protegerla.
Un día a la mucama se le cayó mientras la limpiaba, la caja se rompió en mil pedazos pero milagrosamente al precioso obsequio no le pasó nada, ese hecho determinó la importancia que tenía para el alma de la pequeña quien sufrió una crisis nerviosa debido al suceso.
La muñeca pasó a ser para la niña un objeto de culto, ya que la situación familiar era muy compleja y ella se refugiaba en esa bellísima obra de arte. Lo cierto es que su padre golpeaba a su madre y tenía un hermano menor drogadependiente.
Ámbar se pasaba horas contemplando a su muñeca como lo más preciado que tenía, seguramente había proyectado en ella su alma para resguardarla de cualquier daño externo.
Su mecanismo de defensa funcionaba a la perfección porque parecía que nada de su entorno la perturbaba, era una excelente alumna, hija, hermana y amiga.
Un día sin embargo todo cambió.
Su hermano en un ataque de ira debido a la envidia que Ámbar le provocaba, le cortó la cabeza a su muñeca, cuando ella se enteró de lo sucedido tomó ese objeto y golpeó al muchacho hasta matarlo.
La joven fue llevada a prisión, no sin antes componer su preciosa muñeca de cristal.
En el penal empezó a ser conocida como “la loca de la muñeca”.
Una mañana una de sus compañeras convictas que le tenía celos por su belleza, le robó su muñeca, le cortó los brazos y se los puso en su plato de comida.
Enceguecida Ámbar la arrojó contra el suelo y nadie pudo evitar que se los clavase en los ojos.
Desde entonces suele vérsela en el hospital psiquiátrico al que la trasladaron, con aquello que jamás volvió a dejar a merced de otros, Soledad, su muñeca de cristal y sangre entre las manos.